Hay libros cuya génesis es tan brillante como su contenido. Y eso es lo que sucede con Aghata, publicado por la editorial La uÑa RoTa.
Allá por el año 1850, los escritores estadounidenses Herman Melville (autor de Moby Dick) y Nathaniel Hawthorne (autor de La letra escarlata) se conocen en medio de una tormenta que les obliga a refugiarse bajo un peñasco durante horas, hasta que amaina. A partir de entonces, aunque viven a solo nueve kilómetros de distancia uno del otro, mantienen una intensa relación epistolar durante los dos años que dura su amistad. Algunas de las cartas que Melville remitió a Hawthorne están recogidas en Cartas a Hawthorne de Herman Melville, traducidas por Carlos Bueno Vera y publicadas por la misma editorial.
Mediante la lectura de dicha correspondencia sabemos que Melville, a través de un abogado, conoce el “caso” de Aghata: una joven que salvó la vida a un marinero náufrago con quien acabó casándose un año después. Tras quedarse embarazada, el hombre -llamado Robertson- se embarca y no regresa hasta transcurridos diecisiete años. La misma noche que regresa a su hogar, promete a mujer e hija que se quedará con ellas para siempre, pero al día siguiente las vuelve a abandonar. A partir de entonces, mantendrá algún contacto esporádico con Rebecca, su hija, a quien verá por última vez el día previo a su boda. Algunos acontecimientos posteriores, que no os vamos a relatar para no hacer spoiler, conllevan que algunos detalles de esta intrigante historia acaben registrados en documentos legales.
A Melville le parece un material precioso para escribir un relato y solicita al abogado que le había hablado sobre el caso que le envíe toda la información que testimonia lo sucedido. Una vez obtenida, considera que quien mejor puede escribirlo, tal vez porque le recuerda a “Wakefield”, es su amigo Hawthorne y así se lo propone. Sin embargo, este rehúsa la invitación y le sugiere que la escriba él mismo. No sabemos a ciencia cierta si lo hizo, hay hipótesis al respecto, pero si fue así, nunca llegó a publicarse.
Ciento cincuenta años más tarde, la editorial La uÑa RoTa, a modo de spin-off de las Cartas a Hawthorne, propone a Sara Mesa y a Pablo Martín Sánchez (autores con quienes hemos tenido el privilegio de contar en Entelequia Cultura) que, con los detalles que Melville proporciona a Hawthorne a través de sus cartas, escriban (cada uno por su cuenta) esa historia que ha estado deambulando en el aire durante un siglo y medio. Un reto que ambos aceptan.
Un reloj y tres chales es el relato que escribe Sara Mesa, título que hace referencia al regalo de boda con el que el supuestamente fallecido padre obsequia a Rebecca y al marido de esta. Precisamente es ella, Rebecca, quien narra los hechos en primera persona y en capítulos brevísimos, como una sucesión de imágenes retenidas en la memoria. Sara Mesa, como es habitual en su escritura, atiende a los detalles y a partir de ellos va tirando del hilo con el que teje el relato. Estremece la sensibilidad con la que dibuja la psicología y emociones de todos los personajes y su evolución. Un cuento precioso.
Pedro Martín Sánchez, quien titula su relato La historia de Aghata, como buen oulipiano y reivindicador del carácter lúdico de la literatura, se introduce en la historia no solo como narrador sino como un personaje más del cuento. De modo que la trama se traslada al presente y se localiza en Liverpool, donde tuvo lugar el último encuentro entre Melville y Hawthorne, en el año 1856, y a donde el protagonista viaja con su mujer. Allí encuentra a un anciano que acaba mostrándole el manuscrito de “La isla de la cruz”, la historia sobre Aghata que aparentemente Melville había escrito pero que nunca se publicó. De esta forma, Martín Sánchez, ingeniosamente reproduce la que hubiera sido la escritura del autor estadounidense.
Dos miradas, dos estilos diferenciados, realidad y ficción entrelazadas, metaliteratura y mucho más en este libro precioso que os animamos a leer.