Una conciencia humanista de la sabiduría

Aunque uno se divida, jamás acaba de perder
su unidad más intima.

Johann Wolfgang Goethe
a Friedrich Shiller

Los pasados días 23, 24 y 25 de septiembre, tuve el placer de participar en el retiro literario con el escritor Mauricio Wiesenthal, sobre los Lugares y maestros del “Esprit” europeo (Stefan Zweig, Thomas y Heinrich Mann, Rainer M. Rilke, Franz Werfel, Alma Mahler…) y los lugares donde vivieron en su huida hacia el exilio, organizado por Entelequia Cultura, en el Hotel La Sala de Camós (Girona).

Sabía que Mauricio Wiesenthal, además de escritor y ensayista, había sido profesor de Historia de la Cultura y conferenciante invitado en diversas universidades e instituciones internacionales, y que su pensamiento y estilo literario eran herederos del gran legado cultural europeo. Había leído la mayoría de sus libros, disfrutado de su espíritu viajero, sabiduría y talento literario; pero lo que no conocía y, me conmovió profundamente, fue la bondad, la sensibilidad, el encanto y la calidez del escritor. Valores que desplegó con vitalidad y dedicación durante los días del retiro. Mauricio, no sólo nos habló de algunas figuras estelares de la cultura europea, escritores que tuvieron que enfrentarse a una época difícil de guerras y de totalitarismos, sino que nos brindó sus aspectos más personales: leyó poemas propios como “amor bajo una piedad de estrellas”, explicó anécdotas de viajes, hoteles, ciudades y de experiencias compartidas con otros escritores. Compartió sus películas preferidas y vestido con gran estilo, impecable, cantó para nosotros, con su espléndida voz, algunas canciones amadas. Un derroche de empatía, elegancia interior, alegría, afirmación de la vida y generosidad.

Wiesenthal nos habló de su formación: “a mí me formó Goethe”, en un camino de iniciación para entrar en lo desconocido, dijo. De su concepción trentina (los hombres se salvan por sus frutos, sus obras) reflejada en la variación propuesta al verso de Antonio Machado: “Se anda camino al hacer”, porque para Mauricio, lo importante es lo que se hace en el camino. Nos explicó cómo, en un momento decisivo de su vida, eligió la intemperie del escritor (para suerte de los lectores), frente a la seguridad del académico.

El escritor definió el “esprit” europeo como el espíritu que tiene vida, la inteligencia en la mirada vista con talento. El autor ama la libertad, la cultura del humanista, defiende la complejidad como un disfrute. El asombro, el maravillarse ante el arte, considera que los estilos son una forma de ver, que buscamos en el arte una mirada especial, la presencia del mundo que ha escrito su obra.

El autor considera que el pensamiento tiene derecho a disentir, precisa de visiones críticas, ya que nadie ha hecho avanzar a su tiempo si estaba de acuerdo en todo con su época. Piensa, sobre todo, que una civilización se monta sobre la base de la ayuda, la humanidad, dando lugar al espíritu, escuchando los mensajes que éste nos envía, en las acciones tolerantes y compasivas, las que derriban muros y abren las fronteras.

Mauricio mencionó la importancia del símbolo en nuestra cultura y cómo, desgraciadamente, vamos perdiendo ese lenguaje, esa biblioteca enorme, ese tesoro, el cofre de las abuelas. Sus escritos acogen el símbolo poético, como el pentagrama de espinos con rosas de la portada de su último libro Sonata humanista, espléndido dibujo que refleja el amargo combate por la dignidad y la belleza de la condición humana.

El humanismo de Mauricio Wiesenthal es el de las formas que vuelan, porque la literatura para él es el más interesante de los vuelos que podemos hacer, implica a todos los sentidos, se hace carnal. Nos llena de luz, puede recrear secuencias de la historia, como la excepcional novela Luz de vísperas. El pensamiento, la cultura también precisan de la materia, recordemos que la cultura europea es una unidad de espíritu y que el origen de la palabra deriva de cultivo, de culto.  El autor también postula el compromiso de los seres humanos hasta el final de sus días. En el debate entre la vida y la obra de los autores considera que el humanismo se basa en una teoría de la dignidad, porque la vida y la condición humana tienen su base en la reivindicación de las libertades y dignidades en una civilización de justicia. Y nos dice: “Si el mundo se divide en víctimas y verdugos, entonces allí donde hay un conflicto, una víctima, hay que ponerse debajo, estar del lado de las víctimas”. Por ello defiende también que el espíritu busque la comprensión, las palabras sencillas y lo ilustró con la cita de Goethe: “El hundimiento de una nación es una frase pretenciosa, el incendio de una granja es una tragedia”.

En relación a la escritura de biografías en general y en concreto en la que escribió sobre Rilke, lo vidente y lo oculto, Wiesenthal manifiesta que no le interesan las biografías que idealizan al personaje mediante la mitificación, prefiere visualizar la complejidad del escritor, sin sobrevolar las contradicciones del ser humano, desmontando los engaños, descubriendo las mentiras andantes.

Fui al retiro porque admiro las obras de los escritores del “esprit” europeo, me han acompañado siempre, vuelvo a ellas una y otra vez. Pero en especial, porque he disfrutado mucho con los libros, inigualables, de Mauricio Wiesenthal. Me hacen viajar en el tiempo a la cultura europea, a sus ciudades, hoteles, castillos, montañas, ríos y lagos. He subido en sus libros al Orient Exprés con el suave traqueteo de su prosa, me ha sacudido el silbato de sus títulos, he saboreado las delicias de la sintaxis en el vagón restaurante, la lírica y el ritmo de sus frases en la sensualidad del coche cama (qué placer como poeta el ir descubriendo los endecasílabos y alejandrinos, tan bien camuflados). Una literatura que incorpora hondura de pensamiento, amor por el humanismo, la cultura, la dignidad de un escritor sin bifurcaciones entre la vida y la obra. Comparto con el autor, el anhelo de una conciencia humanista de la sabiduría.

Muchas gracias, Mauricio, sigue escribiendo, por favor.

Gracias también a Rita Rodriguez, de Entelequia Cultura, por la excelente organización, como siempre, del retiro, al Hotel rural La Sala de Camós por hacer tan agradable la estancia y servir una comida exquisita. Y en especial, al grupo que el azar convocó como si fuera una cita y que tantas alegrías nos brindó en esos días comunes. Un encuentro liberador que abrió las puertas a la amistad sostenida en el tiempo.

Gracias a todos. Hasta pronto.

Lola Irún, poeta.


Fotografía de Salvador Orta

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